El presidente de Comercial del Plata, Ignacio Noel, advierte los problemas de competitividad.
En la última semana del año Comercial del Plata protagonizó uno de los grandes deals de 2017. El 26 de diciembre, la empresa que en su momento estaba controlada por la familia Soldati y que hoy lidera Ignacio Noel, comunicó a la Bolsa de Comercio de Buenos Aires que había llegado a un acuerdo para desprenderse de la compañía de local de fibra óptica Metrotel. Los compradores fueron Riverwood Capital y Blackstone Tactical Opportunities Advisors -dos de los mayores fondos de inversión del mundo- que aceptaron pagar US$190 millones por el 100% de la firma. La operación resultó mucho más que un buen negocio para Comercial del Plata, que había adquirido tres años antes a Metrotel, a manos del grupo Roggio en US$33,3 millones y entre 2014 y 2017 cobró dividendos por otros US$21 millones.
«La venta de Metrotel permitió obtener una ganancia muy significativa para nuestros accionistas y se multiplicó por siete el capital invertido», se entusiasma Noel, que reemplazó a Santiago Soldati al frente de un grupo que hoy reúne a una decena de empresas que suman ventas por casi $ 6000 millones anuales y emplean a más de 3700 personas.
En una entrevista, Noel además adelanta cuáles son sus planes para crecer en alimentos y materiales para la construcción, pero tampoco elude los temas más polémicos, como el tipo de cambio, la marcha de la economía y la dependencia que tiene la industria argentina de Brasil.
-¿Por qué decidieron vender Metrotel?
-¿Qué planean hacer con los fondos de la venta?
-La estrategia de la compañía pasa por concentrarse en dos grandes sectores. Uno son los no transables, como los materiales de la construcción, donde participamos con nuestra empresa Cerro Negro. A este negocio entramos en 2015 cuando le compramos la compañía a un grupo irlandés que se estaba yendo del país. Se trata de un negocio muy expuesto al ciclo económico local, pero que tiene la ventaja de no sufrir con la importación, porque no es negocio entrar ladrillos o tejas desde el exterior. Además, creemos que hay una oportunidad para seguir creciendo de la mano del crédito hipotecario. Hoy los préstamos hipotecarios representan apenas el 1,5% del PBI mientras que en países vecinos llega al 50 por ciento. El otro eje de crecimiento es la agroindustria, con un foco puesto en la exportación, lo que nos asegura un flujo de ingresos en dólares. En términos generales no me interesan los rubros regulados en los que el negocio depende de la firma de un ministro. Prefiero siempre apostar a negocios que no dependan del lobby o la discreción de un funcionario, sino del clima. Por eso no me interesan las privatizaciones. A mi me gustar jugar la Libertadores, ir a Japón, para competir en el mundo.
-¿Dentro de esta lógica se inscribe la compra del molino Morixe?
-La de Morixe es una operación que concreté a título personal. Lo que hice fue comprar el 75% de las acciones, mientras que el resto cotiza en Bolsa, hace más de 50 años. Era una empresa que estaba muy caída y mi idea es ponerla a full, incorporando nuevas líneas de productos. Vamos a sumar pastas secas, que de entrada serán producidas a facón. Y también le vamos a agregar los productos congelados, comenzando con las papas que ya tenemos bajo la marca Rapipap, en la que estamos asociados con los holandeses de Farm Frites.
-¿La idea es reflotar el negocio de alimentos que tenían con Noel?
-A futuro el objetivo es convertir Morixe en una empresa de alimentos completa, que tenga farináceos, congelados y las líneas de conservas, aceites y aceitunas que aporta Sierras de Mazan, que es otra inversión que tengo en La Rioja. La planta de aceitunas se la compré a Samuel Liberman (el ex dueño de VCC), que había iniciado el proyecto en los 90 bajo el régimen de diferimiento impositivo y hoy es una de las firmas más grandes del rubro con 1500 hectáreas plantadas con el sistema de riego por goteo.
-¿Qué pasó con las marcas de Noel?
-Noel es una de las empresas de alimentos más antiguas del país. Nació a mediados del siglo XIX y llegó a ser uno de los grandes grupos de alimento de la Argentina, con más de 3000 empleados, pero no sobrevivió a la apertura económica de [Alfredo] Martínez de Hoz y terminó con todas sus marcas repartidas en manos de Arcor y Nestlé. Hoy no hay planes con Noel, sino que queremos poner en valor a la marca Morixe para crecer en nuevas categorías de alimentos.
-¿Cómo eligen las categorías en las que quieren crecer en alimentos?
-En lo primero en lo que nos fijamos es ver si se trata de un producto que consuman los brasileños y que a la vez Brasil no sea fuerte en su producción. Por ejemplo, si alguien me quiere regalar una planta de concentrados en tomate, no la acepto, porque se trata de una categoría en la que no se puede competir con la industria brasileña. En cambio, en aceitunas o trigo creo que hay muchas oportunidades por más que la producción argentina tenga un problema de competitividad. Hoy estamos exportando aceite de oliva a granel a España y allá una compañía española lo envasa con su logo para venderlo en el mercado argentino al triple del valor al que me compra la materia prima. Pero si yo quiero envasarlo en el país y así agregar valor local, pierdo plata porque no recupero los costos que tengo para hacerlo.
-¿En qué situación está hoy Comercial del Plata? ¿Los Soldati siguen teniendo participación en la empresa?
-Cuando la empresa arregló su deuda, se acordó la entrega del 81% del capital accionario a sus acreedores para transformar el pasivo en capital. En ese proceso, la participación de la familia Soldati, en sus diferentes ramas, se redujo al actual 4%, mientras que yo tengo un 30% de las acciones. Hace unos meses se terminó con la convocatoria, que en total duró casi 17 años, y estamos reordenando la empresa. Yo siempre digo que cuando nos hicimos cargo, Comercial del Plata se asemejaba a una isla del Caribe por la que había pasado el huracán Irma, dejando cuatro palmeras. El portafolio de la compañía no era algo pensado en forma inteligente, sino lo que quedó de una empresa que había sido muy golpeada.
-¿Cómo evalúan la marcha de la economía?
-Creo que el gobierno de Macri dio un paso muy tímido en la dirección correcta con el cambio en el target de inflación y la nueva política de tasa interés para las Lebac, lo que va a redundar en un tipo de cambio más favorable, pero me parece que se tendría que bajar más rápido el gasto público.
-¿Se puede exportar con este dólar?
-El tipo de cambio está muy atrasado. No pido una explosión, ni mucho menos, pero creo que 22 pesos sería lo mejor. Cuando en la Argentina el changuito del supermercado y los sueldos están caros en dólares, la economía no funciona. Hace diez años un trabajador quizás ganaba la mitad en dólares que hoy, pero hay que ver que probablemente su poder de compra era mayor. Los sueldos en moneda dura dependen de la productividad que tengamos y la productividad de la economía argentina es muy baja. Hoy se puede mandar un contenedor de papas congeladas desde Holanda a Brasil por 500 dólares, mientras que a nosotros llegar a San Pablo desde la planta que tenemos en Buenos Aires nos cuesta más de 2500 dólares, como producto del tipo de cambio, los peajes y el efecto Moyano.
-¿Y qué evaluación hacen de los primeros dos años del gobierno?
-Estoy a muerte con el gobierno, creo que se hicieron muchas cosas muy buenas, como el arreglo de la deuda o liberar el mercado de cambio, pero es probable que algún shock externo obligue a adecuar la actual política. Por ejemplo, la elección en Brasil va a ser clave. Si en Brasil, viene un gobierno más populista, el dólar se a va disparar en Brasil y no va a quedar otra alternativa que hacer algo acá o se va a venir una invasión de todo tipo de productos y nos van a vender hasta el dulce de leche.
Fuente: La Nación