Por José María Segura, economista jefe de PwC Argentina.
El mundo no terminaba de dejar atrás los efectos de la pandemia cuando, al amanecer de 2022, Rusia invade Ucrania. Las derivaciones económicas y geopolíticas de este hecho -que afortunadamente no ha escalado a nivel global- nos acompañaran por un largo tiempo. A pesar de volverse más hostil, un mundo más multipolar y con crecientes necesidades de recursos energéticos y alimenticios -que son percibidos como estratégicos a nivel nacional- se presenta para Argentina no solo como un desafío, sino también como una oportunidad.
En el plano local, tras largas negociaciones y sobre el filo del vencimiento del acuerdo anterior, marzo trajo la conclusión del Acuerdo de Facilidades Extendidas con el Fondo Monetario Internacional. Como se da cuenta en el Tracking de esta Edición, el cumplimiento de los objetivos del Acuerdo ha sido la única constante a la que el gobierno -a falta de un plan macroeconómico- se ha aferrado en sus sucesivas conducciones económicas para evitar un desborde de las variables financieras y cambiarias. El modesto objetivo parecería haberse cumplido, no sin una cuota de flexibilidad y a costa de acumular desequilibrios y tensiones que en algún momento futuro habrán de ajustar.
En el plano político-institucional, el segundo semestre del año encuentra a Argentina con un grado creciente de complejidad. Intentos de violencia política -venturosamente aislados y frustrados- y una creciente tensión entre los poderes del Estado son señales que no contribuyen a generar un clima de confianza y certidumbre, favorable a inversión y a la actividad económica en general.
Sin embargo, hace unos pocos días una inmensa alegría nos desbordó al ver al seleccionado argentino de futbol masculino ser coronado campeón del mundo. Luego de 36 años, la copa del mundo volvía a estar en manos de nuestro seleccionado. Y como la memoria está fuertemente asociada a las emociones, seguramente para los argentinos el principal evento por el que sea recordado 2022 sea el Campeonato Mundial de Futbol, como sucede con 1978 o 1986.
Probablemente sean muchos los factores que llevaron al logro de este resultado, incluida una cuota de suerte. Pero también es cierto la suerte por sí sola no alcanza para explicar el éxito de un proyecto de trabajo sostenido en el tiempo. El esfuerzo, la perseverancia y el mérito, pero también un equipo técnico que sin estridencias tuvo la virtud de generar el contexto para que el brillo -y en el caso de Messi la genialidad- de cada jugador individual contribuyera a un equipo que, ciertamente, fue mucho más que la suma de las partes.
Ojalá que 2022 también sea recordado como el año en el que los argentinos tomamos el ejemplo de nuestra selección. Ojalá que 2023 sea el año en que comencemos a construir un proyecto de país en el que el marco institucional favorezca que cada uno pueda desarrollarse, aprovechando las oportunidades que nos brinda el mundo, y que como sociedad logremos ser como nuestro equipo, mucho más que la suma de las partes. Podemos hacerlo.
¡Feliz año!