Por José María Segura, economista jefe de PwC Argentina.
En el mes de febrero se conocieron los datos referidos al cierre de 2022 e inicio de 2023 que muestran que el escenario macroeconómico se va complicando. Una muestra de ello es el registro de la cuarta baja mensual consecutiva de la actividad, medida a través del Estimador Mensual de Actividad Económica (EMAE), y la primera caída interanual desde febrero de 2021.
Asimismo, se conoció que la construcción descendió en términos interanuales por tercer mes consecutivo (acumulando además cinco meses de descenso mensual), mientras que la industria -sobre la cual nos explayamos en la edición del Tracking de este mes- se contrajo en diciembre y viene mostrando un amesetamiento desde septiembre.
Estos indicadores sobre la actividad empiezan a mostrar que el panorama de 2023 podría no ser auspicioso respecto de esta variable. De hecho, si se mira el último dato del EMAE, se puede ver que el efecto arrastre para el corriente año sería negativo; esto es que, si se mantiene el valor de diciembre estable a lo largo de 2023, la economía tendría una caída de 1,3%; justamente lo opuesto a lo que ha sucedido en los dos años previos, donde el mismo fue positivo y de magnitud.
El otro dato que se conoció, y sorprendió, fue el resultado primario del Sector Público no Financiero, el cual no solo fue negativo -cuando en enero el resultado ha sabido ser positivo-, sino que fue el más elevado de los últimos 20 años. Dicho déficit estuvo influenciado tanto por la caída en términos reales de los ingresos, principalmente afectados por la baja de las retenciones a las exportaciones, consecuencia de haberse adelantado ventas en diciembre a razón de la implementación del “Dólar soja 2” y a menor disponibilidad de granos debido a la sequía, como por un aumento del gasto en términos reales.
En este último caso, lo que estaría detrás es la efectivización del pago de gastos incurridos el año anterior (es decir, a finales de 2022 hubo gastos realizados pero cuyos pagos fueron postergados a 2023), lo que, si bien permitió alcanzar la meta fiscal de 2022 con el FMI, quita margen de gasto para el corriente año, donde la meta fiscal es más exigente que la del año pasado.
De esta forma, si se mantiene la tendencia de desaceleración en la actividad, conjugada con menores exportaciones afectadas fuertemente por la sequía, los ingresos podrían ser menores que los esperados. Lo que derivará en un esfuerzo fiscal adicional si se desea alcanzar la meta con el FMI y evitar la monetización de su financiación.
Mientras tanto, la inflación volvió a niveles del 6% en enero, cortando la racha de leve desaceleración que se había visto en noviembre y diciembre. Detrás de los factores que pueden explicar este comportamiento se encuentran la emisión monetaria, producida en diciembre como consecuencia del “Dólar soja 2”, y los aumentos tarifarios, que se han comenzado a sumar como otro factor de presión sobre los precios.
De no corregirse el déficit en los meses venideros y acudir al BCRA -sea vía formal, esto es mediante adelantos transitorios o giro de utilidades, o informal vía la intervención en el mercado secundario de bonos o un posible resurgimiento de un “Dólar soja 3”- la inflación continuará en ascenso.
Bajo este panorama se podría pensar que la economía se encuentra sobre ruedas encaminada hacia una colisión. Sin embargo, no es un escenario inexorable.
Si bien el contexto internacional es cada vez más complejo, el FMI ha dado señales de que podría flexibilizar las metas acordadas en el programa de facilidades ampliadas, reduciendo la posibilidad de que se restrinja aún más el financiamiento externo por la caída de dicho programa.
Por otro lado, y aun en el mencionado contexto internacional, los mercados podrían “financiar” la transición política, posicionándose en activos argentinos con la expectativa de que en un ambiente más favorable a los negocios recuperen valor.
En resumen, será un año para seguir muy de cerca la evolución de las variables macroeconómicas porque -al igual que acontece con los sismos y la geología- la economía cuenta con muy pocas herramientas para detectar un temblor con gran antelación.