Sergio Kaufman, presidente de Accenture, brindó su visión sobre los posibles puestos de trabajo que puede generar la Inteligencia Artificial y el miedo que existe ante determinados cambios.
Hay términos que nos refieren a un futuro cubernético como algo que alguna vez vendrá y estará entre nosotros. Pero en el caso de la Inteligencia Artificial (AI) ni es futuro ni es algo abstracto. En un reciente estudio de Accenture (“Cómo la inteligencia artificial puede generar crecimiento en Sudamérica”) se muestra que, en rigor, ya forma parte de la realidad presente en América Latina en el mundo de la producción: en Perú, por ejemplo, hay máquinas autónomas en las minas o en Chile, que usan algoritmos analíticos de emoción para facilitar los procesos de reclutamiento.
Si consideramos que una de las asignaturas pendientes de la región es elevar sustancialmente los niveles de productividad, la expansión en el uso de la IA está potenciada por dos factores: la expansión del poder computacional y la explosión del Bug Data. No sólo promete aumentar la productividad de productos, sino que crea una nueva fuerza de trabajo, poniendo a prueba los sistemas educativos existentes, pero también de investigación científica dentro de los ecosistemas de innovación a escala nacional, regional y mundial.
Esto nos conduce directamente a un tema que cuesta abordar: creer que toda innovación aplicada al mundo real de la producción traerá inevitablemente la destrucción de puestos de trabajo. La respuesta ensayada muchas veces es la misma, pero se va adaptando al temor concreto. En el caso en particular de la IA, generará una serie de nuevos empleos para que aún no tenemos ni siquiera los nombres, surgirán nuevas habilidades en el ámbito de la robótica y el reconocimiento de patrones, por ejemplo.
Además, la evidencia sugiere que la mayoría de los ejecutivos esperan que las máquinas mejoren la eficacia humana y hagan su trabajo más interesante. En el caso de la Argentina, las proyecciones indican que la IA crecerá hasta 2035 a una tasa de entre 3% y 3,6% anual, una tasa que si bien es positiva muestra un preocupante nivel con respecto a otros cinco países. Argentina está en el último lugar entre 26 economías desarrolladas y emergentes relevadas en el estudio, siendo su principal debilidad la calidad de sus marcos regulatorios y el limitado acceso al capital de negocios.
En el sector público, por ejemplo, en que el salto de productividad sería más visible y representa el 27% de valor agregado de la economía, las perspectivas son más prometedoras. En el sector privado hay signos de que las firmas están despertando oportunidades de IA.
Un reciente artículo de la prestigiosa revista del MIT, Sloan Management Review (“Los empleos que la inteligencia artificial creará”) sostiene (aprovechando otro relevamiento de Accenture hecho sobre 1000 corporaciones que ya están empezando a utilizar la IA) que los nuevos puestos estarán vinculados, enteramente, con categorías que podrían asimilarse a funciones de entrenar, explicar o profundizar, investigando la aplicación de nuevas materias y oportunidades que el nuevo paradigma permite aprovechar. Nada se pierde, todo se transforma.